La historia de los Five Men Alone lleva conmigo años. Como lo lees. Años.
Todo empezó como un fanfic que escribí con dieciocho, con una boy band (no diré cuál, para proteger su identidad) de la que yo era muy fan.
Las protagonistas éramos mis amigas y servidora. Nos divertimos de lo lindo leyéndolo y fantaseando con que un día se haría realidad… y allí se quedó, en un cajón virtual de mi ordenador.
Un día, años más tarde, me acordé de ella. Y la releí.
En esa relectura pensé: «¿Y si mato a una de ellas, qué?» (tampoco diré quién, por preservar su identidad y nuestra amistad).
Y eso hice. La maté.
Ahí me di cuenta de que la cosa no era tan sencilla. Necesitaba un asesino con motivo, medio y oportunidad.
Y el crimen no podía quedar impune: debía investigarse. La poli tenía que estar presente.
«En la que te has metido, amiga», me dije.
Pero, por lo que sea, la historia me motivaba. Así que seguí adelante.
Me inventé a una poli con muchísimo de mí. Le di una vida, un pasado, una familia y unas circunstancias.
Cambié el nombre de la boy band por Five Men Alone y el aspecto de los chicos.
Transformé a las protagonistas para que ya no fueran mis amigas y se convirtieran en personajes.
Investigué. Pregunté. Encontré en algún lugar de internet un documento universitario que explicaba, con fotos, cómo se hacía una autopsia.
Escuché una entrevista en la radio a un escritor que decía «Escribe sobre lo que conoces» y, eso hice: lo trasladé todo a mi ciudad, Barcelona.
Llegué a escribir a Hablar por hablar, por si algún mosso tenía a bien contactar conmigo y asesorarme.
Nunca recibí respuesta.
Se lo conté a mis amigos. Me dieron ideas, directas o indirectas.
La mayoría me animó; algunos, lo contrario.
Leyeron la novela primigenia con los ojos del amor y me felicitaron.
Pero algo no estaba bien. No sabía exactamente qué, pero algo no funcionaba.
Volvió al cajón virtual.
Y mientras, el tiempo pasaba: trabajos, parejas, familia…
Tuve una crisis existencial. De las grandes. De las de «no sé qué hacer con mi vida».
No entraré en detalles porque, pa’ qué.
El cajón de la novelita volvió a abrirse. Releí.
«No está mal, pero… no», me dije otra vez. «Oye, ¿y si buscas un curso de escritura o algo?».
Y, por una vez, me hice caso. A esas alturas ya tenía 42 años.
Me puse a estudiar, a planificar, a esbozar, a investigar, a preguntar. Un mosso me ayudó muchísimo y tuve la suerte de coincidir con un coach literario que había trabajado antes en —redoble de tambores— el anatómico forense.
Mucho aprendizaje y trabajo después, Five Men Alone — El caso Bremen existe.
Es real, tanto que la banda tiene voz y la puedes escuchar en plataformas de streaming.
Todos sus personajes forman parte de mi vida y espero que ahora también de la tuya.
Esta novela es, literalmente, el trabajo de mi vida.